Mi cabreo se inicia ya cuando es necesario temporalizar las sesiones de evaluación, asignar tiempos creo, ya es un primer error manifiesto y de él parte la desigual atención que prestamos a los que tuvieron la suerte de apellidarse Álvarez, frente a los que su abuelo paterno se apellidaba Zamoro, y como herencia de aquel pobre abuelo pasan al final de nuestras listas.
Mi inquina sigue creciendo cuando se acaba discutiendo de cosas banales y son pocas las soluciones que se plasman y acometen. Tal vez no las haya, o tal vez si.
Y ya por último exploto, en silencio eso si que para eso tiene uno la licenciatura, cuando hago balance de estas tareas evaluatorias y en el haber solo queda una ristre de notas numéricas que pretenden ser el juicio que permitirán salvar, o no, las almas de nuestros alumnos.
Espero que este año las cosas mejoren, y que conste que estas letras no nacen del catastrofismo, sino de la crítica espero constructiva de un sistema de evaluación que pese a que las leyes han intentado cambiarlo, se sigue haciendo, en un elevado número de casos, como cuando nos evaluaban a nosotros.