martes, 8 de abril de 2008

El discreto encanto de la culpa

Desde la más tierna infancia somos sabedores de lo que significa "La Culpa", y en muy corto espacio de tiempo vamos perfeccionando el arte vincular "los hechos culpables" a personas o situaciones ajenas. Vamos poco a poco repartiendo culpabilidades de modo que nuestra responsabilidad quede lo menos herida posible, que nuestra integridad se mantenga a flote.

Tal vez sea necesaria una Reflexión (con erre mayúscula), por parte de todos, en lo que a la Educación se refiere. Un examen global de conciencia y un reparto de nuevo de las cartas de la responsabilidad. Un ejercicio de madurez en definitiva. Tal vez sea este el principio de la resolución de un problema, que camina nuestro lado, del que todos somos conscientes y que día tras día insistimos en intentar resolverlo pero, eso sí, cargando la culpa a otros.

¿Somos nosotros, el gran ser humano, el ínclito "homo sapiens", culpables alguna vez?. ¿Realizamos actos a sabiendas de sus nefastas consecuencias, siempre que éstas nos beneficien?. ¿Somos capaces de asumir la culpa como propia o siempre es ajena?.

La "maldita" gravedad (o tal vez Isaac Newton) es la culpable de todas las caídas, y en su "debe" anotaremos toda una gran variedad de platos rotos o muñecos de porcelana sin cabeza. Virus y Plagas, Calor o Frío, Tempestades y Huracanes, Capitalismo o Comunismo; siempre encontramos culpables, y cuando es difícil hallarlos enmarcamos la culpabilidad en los designios del Destino o en las bondades o maldades de los Dioses. 
En nuestro campo, en la Escuela, se habla de "fracaso escolar" y se buscan culpables. "Los adolescentes no leen y cuando lo hacen no lo realizan correctamente, no saben calcular porcentajes y mucho menos que ocurrió el 18 de abril de 1936". Todos culpan a todos, la Administración Educativa, Las Asociaciones de Padres, los Profesores, la Sociedad y los Alumnos. Todos juegan en este juego, y todos rechazan la culpa propia.