viernes, 15 de julio de 2016

Pasar el tiempo

Leía hace unos días "La tierra que pisamos" de Jesús Carrasco, un libro magnífico que desde aquí recomiendo. En él, y espero que esto no sea considerado "spoiler", encontré un párrafo donde señalaba que uno de los protagonistas del relato pasaba, el aburrido tiempo de misa, ocupado en mirar los entretenidos suelos de la iglesia. Sería una iglesia de las de suelos bonitos, y unas misas, de las que no hacen "engangement". Leyendo este párrafo recuerdo mi infancia y aquella habitación empapelada con flores azules que servían, en las noches de fiebre y en las horas de obligada siesta, para ser contadas hasta la saciedad con el simple objeto de "pasar el tiempo".

Pasar el tiempo de aquella manera era habitual. No había dispositivos que notificasen nuestra actividad social cada quince segundos. No había whatsapp, ni facebook. Los veranos eran largos y allá por el pueblo "caían bichos del Sol" decía mi madre, si salías a la hora de la siesta. No hace tanto de aquello. 

Hoy los niños y las niñas no suelen contar flores de paredes empapeladas, ni intentar descubrir los patrones de los techos de escayola de las consultas de los dentistas y, me corrija algún lector si me equivoco, pocos van a misa pues allí no hay wifi. 

En ocasiones pienso que hemos olvidado algo muy importante, no sabemos aburrirnos. Estos pequeños dispositivos cargados de sonidos y ventanas emergentes han matado nuestro aburrimiento y ya nadie cuenta flores o realiza laberintos imaginarios sobre el suelo de las iglesias. No se bien si es bueno o malo lo olvidado. Supongo que será bueno, -o no que diría un gallego- pues hasta los mayores, como yo, van más o menos pegados a esos dispositivos endiablados.